El 17 de junio se celebró el Día Mundial contra la desertificación y la sequía. Se trata sin dudas de uno de los inconvenientes ambientales que más afectan a distintas comunidades en todo el planeta comprometiendo su desarrollo, y que hasta pone en riesgo nuestra supervivencia como especie. Su solución requiere de un tratamiento capaz de abarcar todas las facetas que intervienen en estos procesos.

La desertificación, un problema que requiere un abordaje integral

Resaltamos esta cuestión porque los problemas de desertificación se originan en diferentes interacciones de complejas características, incluyendo cuestiones físicas, biológicas, políticas, sociales, culturales y económicas. En definitiva, el difícil entramado que se reitera en todos los asuntos inherentes al desarrollo sostenible y a la problemática ambiental.

Los  especialistas definen  a la desertificación como un proceso de degradación del suelo habitualmente relacionado con zonas áridas, que es una consecuencia directa de la combinación de factores naturales con la gestión realizada por el hombre. El manejo irresponsable del recurso deviene en una reducción considerable e imposible de revertir de los ecosistemas terrestres.

Es así que deben atenderse a las necesidades de las poblaciones locales para no comprometer su desarrollo, pero articulando instancias entre los distintos actores que permitan crear nuevas formas de gestión realmente sostenibles del recurso suelo y de la riqueza forestal, en ambos casos imprescindibles para la vida en la Tierra.

Gestión sostenible para evitar la desertificación

La sobreexplotación y el uso indebido de los recursos tienen así consecuencias fuertemente negativas en medios afectados naturalmente por la aridez y la sequía. Recuperar la cubierta vegetal debe ser uno de los propósitos de una gestión sostenible de estos espacios, ya que el mantenimiento adecuado de los bosques es una de las herramientas más efectivas que tiene la humanidad para detener los procesos de desertificación.

El problema no es menor ni puede seguir desestimándose como hasta hoy por muchos gobiernos y empresas, ya que de acuerdo a datos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), un 35 por ciento de la superficie de los continentes ya puede catalogarse como desértica, mientras que en España esa cifra se ubica en el 37 por ciento del territorio del país.

El caso español debe ser considerado especialmente, ya que el clima mediterráneo y las condiciones semiáridas que caracterizan a la región favorecen a los procesos de desertificación, con amplias zonas en las cuales las sequías estacionales, una fuerte variabilidad de las lluvias y las precipitaciones inesperadas de máxima intensidad pueden intensificar estas problemáticas. De esta forma, amplios territorios sufren los efectos de la desertificación en España.

Foto de miss_ohara

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