También conocido como fractura hidráulica, el “fracking” se ha convertido en una de las principales apuestas de futuro en el sector de los hidrocarburos. Aunque en España se trata de una técnica que apenas acaba de aterrizar, en Estados Unidos hace ya tiempo que se ha consolidado como un método común de extracción de gas a pesar de la controversia que genera.

La batalla del "fracking" aterriza en España

En concreto, el fracking consiste en la aplicación de agua a presión en el interior de rocas situadas a más de 3.000 metros de profundidad con el fin de provocar pequeñas fracturas que permitan la salida al exterior del gas acumulado en su interior. Sin embargo, esta técnica levanta numerosos recelos tanto entre los vecinos de las zonas explotadas como por numerosas asociaciones ecologistas, que la consideran un despropósito debido a los importantes daños que causan tanto sobre la superficie terrestre como sobre los acuíferos. Entre otras cosas, se sospecha que la utilización del fracking puede provocar desde posibles fugas contaminantes a pequeños movimientos sísmicos y que, además, conlleva un riesgo de explosión nada desdeñable.

Por su parte, los defensores del fracking explican que no sólo podría convertirse en la solución a la importante dependencia energética que vive el país, que por otra parte cuenta con importantes bolsas de gas pizarra, sino que aseguran que se realiza con todas las garantías y que podría generar una importante cantidad de puestos de trabajos.

Actualmente, aquí en España, Cantabria se encuentra a punto de convertirse en la primera Comunidad Autónoma en prohibir el uso de esta técnica, mientras que otras como el País Vasco o Castilla y León ya han concedido diversos permisos para investigar la viabilidad de proyectos en yacimientos como el Gran Enara, en Álava, y otras zonas del norte de Burgos.

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