Después de más de un siglo de vida, la luz de las bombillas incandescentes se apaga. Dicen adiós para siempre. A partir del pasado 1 de enero ya no se pueden comprar en ningún establecimiento, tal y como establece el calendario de la Unión Europea para la supresión definitiva de este tipo de lámparas.

La bombilla incandescente desaparece del mercado

Las primeras bombillas incandescentes en decir adiós fueron las de 100 vatios en el año 2009. En 2010 le siguieron las de 60 vatios y, en 2011, las de 40. Con la desaparición en 2012 de las de 25 vatios se cierra un proceso que tiene por finalidad mejorar la eficiencia energética de nuestros hogares.

Las bombillas incandescentes eran un elemento económico pero altamente ineficiente. Sólo empleaba el 5% de la energía que consumía en producir luz. El resto se perdía en forma de calor.

Con las bombillas de bajo consumo se pueden ahorrar algo más de 20 euros, ya que aprovechan mejor la energía y duran hasta doce veces más que las tradicionales de filamentos. Pero hay una serie de lámparas como las halógenas, que también tienen los días contados. Su desaparición está programada para el año 2016.

Desde hace ya un par de décadas, el mercado de las luminarias ha ido experimentado una constante evolución. Las últimas en llegar han sido las lámparas LED y han venido para quedarse. Algunas de ellas superan las 70.000 horas de duración.

Con todas estas ventajas, es más que lógico que el invento de Joseph Swan, perfeccionado por Thomas Alba Edison en 1879, desaparezca de nuestra vida diaria y pase a considerarse una pieza de museo de una época en en la que la eficiencia energética brillaba por su ausencia.

Foto de Josep M. Rosell

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