Evolución del mar de Aral

El mar de Aral, el antiguamente cuarto lago más grande del mundo, ha visto desaparecer en los últimos años casi la totalidad de sus recursos. A mediados del siglo pasado el Aral ocupaba una superficie de 70.000 kilómetros cuadrados y contenía 1.100 kilómetros cúbicos de agua dulce. En los últimos nueve años este ecosistema único, alimentado por los ríos Amú Daría y Sir Daría, se ha visto reducido en dos tercios, dejando agua solamente en una de las tres grandes partes en las que se fragmento hace una década.

Las fotografías tomadas por el satélite Terra de la NASA a finales de agosto demuestran la catástrofe natural, de la que los humanos somos los máximos responsables. El mar de Aral se dividió en dos partes en los años 80 del siglo pasado, convirtiéndose en dos mares; el mar de Aral Pequeño y el mar de Aral Grande. Éste se dividió a su vez en dos, diez años después, y en el afán por intentar salvar el Aral Pequeño, se construyó un dique que está costando la desaparición de uno de los dos fragmentos que formaban el Aral Grande. Se estima que habrán desaparecido los dos en unos 10 años.

Un mar sin posibilidades para la vida
Todos los fragmentos del mar de Aral tienen concentraciones que oscilan entre los 120 y los 250 gramos de sal por litro. Catorce millones de personas vivían de la pesca y los cultivos que producían las 550.000 hectáreas de tierra fértil que rodeaban el mar. Tras la Segunda Guerra Mundial los líderes del Partido Comunista de la URSS decidieron convertir las estepas en el mayor campo de algodón del mundo a costa de dejar los ríos que alimentaban el Aral sin agua, a base de canales mal construidos que desaprovechaban la mayor parte del agua. En los años 60 el mar perdía 20 centímetros al año y en los 80, un metro. Los pueblos costeros están totalmente arruinados y el desierto de arena y sal, en que se ha convertido la mayor parte del lago, produce peligrosas tormentas venenosas.

Tensiones políticas en la zona
Las antiguas repúblicas asiáticas de la Unión Soviética discrepan sobre cómo hay que explotar el agua que queda en los dos ríos que abastecen el mar de Aral, conscientes de la importancia de poseer los últimos recursos de agua que quedan en la zona. Una muestra de ello es la construcción del dique para salvar el Aral Pequeño, situado en Kazajistán, que a su vez está secando y llevando la ruina a Uzbekistán.

Fotografía de El Periódico

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