Cada familia desperdicia una media de 76 kilos de alimentos al año. Este es el dato que podíamos conocer la semana pasada gracias a la encuesta realizada por la Confederación Española de Cooperativas de Consumidores y Usuarios (Hispacoop).

A pesar de que el gasto en comida ha descendido en los últimos meses llama la atención la cantidad de comida que desperdiciamos en nuestros hogares, un dato que debería sacarnos los colores cuando más de un millón de personas acuden a diario al Banco de Alimentos en nuestro país.

¿Cómo evitar desperdiciar alimentos?

Lo peor de todo es que, según la encuesta, sólo el 9% de los encuestados reconoció tirar comida a la basura, a pesar de que es frecuente encontrar pan o bollería; frutas, verduras, pasta, arroces , legumbres o restos de carne y otras comidas en nuestro cubo. No se tienen en cuenta restos como la piel de patatas y frutas, huesos o alimentos que se utilizan para compostaje doméstico.

Para evitar el desperdicio de alimentos lo primero que hay que hacer es pensar siempre antes de comprar. De esta manera, además de reducir los alimentos que tiramos a la basura, estaremos evitando gastar dinero en cosas prescindibles.

El consumo responsable pasa por planificar. Prueba a elaborar un menú semanal para saber con antelación que alimentos comprar. Algunos se podrán reutilizar para elaborar nuevos platos.

A la hora de hacer la compra mira siempre la fecha de caducidad de los alimentos. Investiga en la parte de atrás del estante ya que es ahí donde suelen estar los que más tarde caducan.

Los productos frescos (carne, pescados, etc.) cómpralos el mismo día que los vayas a consumir. Apuesta siempre por lo natural en lugar de productos precocinados. Vuelve a cocinar y retoma la costumbre de congelar si ves que va a sobrar.

Con estas medidas conseguiremos reducir significativamente la cantidad de residuos orgánicos que generamos y contribuir así a la mejora del medio ambiente.

Es importante saber también que el correcto tratamiento de estos residuos puede generar importantes beneficios.

En algunas ciudades los restos de comida se emplean para obtener gas natural para energía a partir del metano que emiten los alimentos en descomposición. Con ello se evita también que este gas, cuatro veces más dañino que el CO2, acabe en la atmósfera.

Por otra parte, si disponemos de una vivienda con jardín o de un huerto doméstico, no hay que olvidar que los residuos orgánicos se pueden transformar en compost que servirá para alimentar a nuestras plantas, verduras y hortalizas.

Foto de Pierre Rocke Castell

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