El cine, con su lenguaje mágico y el sugerente poder de las imágenes, es una herramienta fantástica para sensibilizar sobre cuestiones ambientales a niños y adolescentes. En este sentido es preciso romper algunos mitos puesto que no sólo el cine documental, por su narración verídica y con datos precisos, es capaz de concienciar sobre problemáticas ecológicas concretas.
La ficción (especialmente en el desarrollado género de la animación) crea hermosos y necesarios relatos que cuestionan al espectador para alimentar su conciencia. En esta primera entrega de cine ambiental para niños proponemos dos títulos que certifican el poder de la ficción y que harán las delicias de niños y grandes.
Ponyo en el acantilado
Esta fábula sencilla, obra del legendario animador japonés Hayao Miyazaki, cuenta la historia de Sosuke, un niño de cinco años que rescata del mar a una pez a la que llama Ponyo. Entre ambos se gesta una amistad tan fuerte que hará que Ponyo quiera ser humana. Este film de animación tradicional, con sus tiernos personajes, es un profundo canto a la amistad en el que se plantea la difícil relación entre los humanos y el planeta y lo hace en una delicada unión entre lo mágico, lo mitológico y la realidad.
Wall-E
La prolífica factoría Pixar creó Wall-E, una historia extraordinaria en la que planteamientos filosóficos como el existencialismo están latentes en todo el film. En un escenario apocalíptico, un viejo y amoroso robot rescata a la humanidad del progreso adquirido que los ha convertido en obesos, sedentarios y consumistas, causantes de la destrucción del entorno y atrofiados frente a una pantalla gigante que vende eslóganes absurdos y vacíos. Este robot destartalado, que se enamora de la artificial y perfecta EVE, en una producción magistral en la que todos los detalles son exquisitos y nos pasean, con ternura y humor, por el posible resultado de un excesivo desarrollo tecnólogico y de la inagotable y egoísta ambición humana. Una historia que nos interpela, de manera genial y hermosa, a veces irónica, sobre cómo y para qué vivimos.
Foto de Arun Joseph