Los tiempos de la sociedad actual nos impiden, en la mayoría de los casos, dedicarnos a elaborar complejos platos naturales, al estilo de aquellos que nuestras abuelas solían preparar con dedicación y esmero. ¿Qué hacer ante esto? ¿Rendirse ante la comida chatarra? Existe una salida intermedia: el “fast good”, o comida rápida y sana. La misma tendrá beneficios para nuestra salud y para el medio ambiente.
¿Por qué decimos que comer sano puede beneficiar al medio ambiente? Sabemos que la agricultura y la industria alimenticia han logrado fantásticos récords de producción, haciendo rendir a los cultivos como nunca antes y produciendo alimentos en gran variedad, sabores y con mayor duración. Sin embargo, todo esto tiene un precio para el medio ambiente.
Contaminación de aguas, una industria fuertemente dependiente del petróleo, pérdida de fertilidad de suelos y biodiversidad, uso excesivo de tóxicos sobre las tierras… y la lista podría seguir. Por consiguiente, consumir alimentos naturales sirve, aunque sea desde nuestra humilde contribución, para detener en parte ese ciclo productivo que resulta nocivo para el medio ambiente.
Comida, cultura y medio ambiente
Según el “fast good” y otras corrientes relacionadas, además de la importancia de consumir vegetales y de disminuir el porcentaje de carnes en nuestra dieta, es necesario considerar el valor cultural de la comida. De esa forma se tiene en cuenta al medio ambiente y a la cultura culinaria de cada espacio geográfico.
La idea es producir alimentos diarios de rápida preparación, pero sin que por eso se pierda la calidad de la comida, incorporando vegetales, frutas, cereales, legumbres y otros alimentos que nos permitan continuar cumpliendo con nuestras obligaciones sin descuidar nuestra salud.
Un esfuerzo necesario
Por otro lado, se debería tender a consumir productos realizados de forma ecológica o con técnicas integradas de producción. Esto puede llegar a incrementar el valor de los alimentos, pero será un esfuerzo tendente a incorporar la necesidad de cambiar nuestra forma de producción en beneficio del medio ambiente.
Con esta elección, estaríamos consumiendo alimentos con mayor nivel nutritivo y, a la vez, estaríamos beneficiando modos de producción agrícola más sustentables, que al disponer de más recursos podrían multiplicarse y ganar más espacio en el mercado. ¿Estarías dispuesto a pagar el costo extra? Es una pregunta que nos tendríamos que hacer todos…
Foto de Lali Masriera en Flickr